martes, 10 de octubre de 2017

Impuesto turístico en Cantabria

Estuve hace no mucho invitado a unas jornadas en Menorca. A la hora de arreglar cuentas la organización se ocupó de todo, salvo del impuesto turístico, que consideraron responsabilidad estrictamente personal. Lo aboné encantado. Tan solo un euro y pico por día. Pagar este impuesto me hizo sentir privilegiado en un destino excepcional.

Creo que en Cantabria debería implantarse un impuesto similar, quizá no en todo el territorio, solo en aquellos destinos que estén dando pasos claros hacia la excelencia, como los Montes de Pas (convertidos en Valles Pasiegos), Liébana (mal bautizada La Liébana) o la comarca Saja-Nansa (que, abriendo el obturador, debería pasar a ser La Montaña).

Intuyo que el principal temor sea que este impuesto se reciba como una medida recaudatoria que podría poner freno precisamente al turismo, además por cuatro euros, porque el beneficio neto para las arcas públicas sería mínimo, con lo cual el político que lo pusiera en marcha correría el riesgo de perder la cabeza; y a nadie le apetece.

Para salvar resistencias, para quitar miedos primero habría que distribuir la responsabilidad entre todos los agentes implicados, que no todo parta de arriba, es decir, que no solo se la juegue el consejero que firme, sino también los ayuntamientos y agencias de desarrollo local de los destinos interesados (a fin de cuentas la participación ciudadana no solo es decir sino también hacer), y segundo y más importante, hacer ver que el impuesto no persigue recaudar, porque el dinero en este caso es lo de menos, sino potenciar nuestra marca como destino de excelencia (la excelencia sí existe: solo hace falta comparar el camping de Huesca, por ejemplo, con el magnífico camping de Sopeña de Cabuérniga). Ganaríamos todos, también los que no vivimos directamente del turismo. En Menorca están obligados a justificarse: por ejemplo, uno de los elementos sobre los que focalizan la atención del turista es la parcelación del terrazgo mediante muros de piedra en seco, que conservan con mimo, los mismos que en las mieses de Santander están a punto de venirse abajo. Este impuesto iba a ser una razón más (no importa de dónde venga el condicionante, si sirve y es para bien) para cuidar de lo nuestro.

Animo a quien corresponda: impuesto turístico en Cantabria, sí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. El impuesto turístico, a menudo conocido como "tasa medioambiental", "tasa ecológica", "impuesto verde"... está a la orden del día en toda Europa. Y no solo eso: tengo la sensación de que el turista en Cantabria viene, esquilma y se va, sin haber pasado por caja. Ni pagan autopistas, ni pagan aparcamientos (salvo en Santander y no en todas partes), ni impuesto ecológico. El daño que el turismo de masas produce al entorno (natural y social) debería ser contrarrestado con algún tipo de tasa que se reinvierta en el medio receptor. Y cuando digo turista, no solo me refiero al pernoctador, sino también al excursionista de un día que viene por la mañana con su nevera de playa y su bolsa del supermercado de su ciudad y se va por la tarde sin dejar más en Cantabria que residuos, contaminación y aglomeración.

Serrón dijo...

Más que como un peaje o un ajuste de cuentas yo creo que este impuesto se debería vender como una forma de contribuir al mantenimiento y mejora de lo que, como turista, has venido a disfrutar, con lo cual, obligadamente, lo que ofrezcamos tendría que ser de primera categoría (y no me refiero a hoteles cinco estrellas, sino a un entorno de calidad, por ejemplo que las marismas de santoña no estén copadas de plumeros). Este impuesto demostraría confianza en nuestro "producto", confianza que se transmitiría al turista, que, gracias al impuesto turístico, formaría parte activa del proyecto (que tiene que ser ilusionante). Insisto que yo lo he vivido en Menorca y que la medida me pareció estupenda, y eso que no tuve tiempo de hacer turismo.

Serrón dijo...

No ir a la contra, sino buscar la complicidad del turista.

Archivu del blog