domingo, 4 de septiembre de 2016

La cabaña de Quico

Haciendo limpieza he encontrado un recorte de prensa calculo que de finales de los años 90 con una carta al director que reproduzco:

"Queremos manifestar nuestro malestar y poner en conocimiento de nuestros paisanos/as, así como de cualquier persona sensible a la conservación de nuestras tradiciones, la indignación que nos produce el derribo de la cabaña de Quico, en Palombera.

Apenas hace un mes que nos fuimos de excursión desde Hozcava a Los Tojos. Como tantas otras veces, el punto de encuentro con los amigos fue en la Braña de Julastra, a la vista de la cabaña de Quico. Es, era, el lugar tan familiar que nos daba la bienvenida al monte; el que nos hace evocar aquellas noches estrelladas y días de niebla en los que el olor al humo nos guiaba hasta el mismo portal de la cabaña -donde se amontonaban la leña, las aijadas y cachavas, las albarcas y botas-, antesala de la hospitalidad compartida con generosidad en aquel diminuto espacio, de intercambios de charla y bota de vino al amor de la lumbre.

Es, era, una cabaña típica de pastores con su jergón, banco y trébede encima de las brasas, resguardando todo ello por cuatro paredes y un techo de terrones. Es, era, una cabaña de pastores como las que aún quedan en Gustandrán, Ocejo o los Cantos de la Borrica, esta última más actualizada pero que sigue siendo nexo de unión entre culturas y gentes. Esperamos que no corran la misma suerte que aquella bonita cabaña que había en Palombera y que durante años sirvió de cobijo a Quico, pastor de San Vicente del Monte. Una vez más algún cretino -que probablemente nunca haya apreciado lo que significa el calor de unas brasas, de una charla con el pastor, de las cuatro piedras y un techo de céspedes que te protegen de la niebla, del viento y de la lluvia- ha dado el permiso para que en una finca privada como es la de la Mancomunidad Campoo-Cabuérniga, entren las palas para con sus cazos destruir una parte de nuestro patrimonio. Una vez más algún cretino ha puesto una excavadora en el lugar que ocupaba esa pequeña cabaña, despreciando su conexión con nuestro pasado, destruyendo esta herencia que nos permitió conocer y amar el monte y sus pobladores, el berrar de los ciervos, el sonido de los campanos y las historias de los antepasados en los labios de un viejo y sabio pastor. En el lugar que ocupaba, ya que al parecer no había más sitio, dicen que van a construir otra más grande y más moderna, posiblemente con mucho hormigón y rejas, quizá hasta con su caminito para no ensuciarse las botas. ¿Quién la diseñará? ¿Saiz de Oiza, Moneo?"

La carta está firmada por Lourdes Gutiérrez Oses.

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