lunes, 18 de julio de 2016

Urria

Mi padre tiene siete brechas.

Eran una gozada, dice, las urrias.

Los de un barrio contra otro, a pedradas.

Él es del Alta.

Yo mismo he jugado en Colindres y Sopeña, aunque no poníamos nombre al juego, suponiendo que lo sea. Tampoco tengo cicatrices. Y además nosotros imitábamos el ruido de una pistola cuando lanzábamos piedras, o una metralleta si muchas, y mi padre no.

Echar una urria, qué gozada, mi padre.

Siempre que me topo con esta palabra no puedo evitar relacionarla con el castreño urru, "farallón costero", presente en Los Urros de Liencres y Punta L´Urru en la bahía de Santander, además de con el monte Urria (con acento en la /i/), uno de los dos que flanquean la bahía de San Sebastián, que a su vez hay quien lo relaciona con el vasco lurra, "tierra".

Vasco que muchas veces es la variante vasca de un sustrato prerromano indeterminado que pudo ser común a otros territorios, como el nuestro (el castreño urru como palabra de un sustrato prerromano compartido con el vasco lurra, si acaso).

Mi padre también jugaba a coleccionar marcas de coches: hacía una bola de arcilla y la ponía en la carretera. Cuando pasaba un coche dejaba impresa la marca del neumático. Aunque prácticamente eran todas iguales, mi padre y sus amigos las distinguían, o hacían que, y se las cambiaban.

En Sopeña, en el bar de la carretera, el de Senio, donde el futbolín de a dos pesetas rubias la partida, jugábamos en verano a adivinar la marca del coche que venía por la carretera general, antiguo camino real. Yo, que nada sabía, y sigo, de coches, me conformaba con adivinar el color.

En Vega de Pas, aquí, hay un chico que está recuperando distintos tipos de cerámica tradicional cántabra, en particular unas jarras de Galizano con decoración de flores azules que recuerdan a hortensias, preciosas. A estas flores antes se llegaba estampando qué, un puñado de hierba, tela de saco, algas.

En la posguerra temprana se puso de moda enlucir las casas impregnando un escaju de cemento y aplicándolo contra la pared. Y digo contra a posta. Todavía las hay. Es una superficie, la que se obtiene, fea, a ojos actuales. La época también lo era: fea. Se desconcha fácilmente.

La mano y la cosa es la intención.

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