viernes, 2 de enero de 2015

Políticos de hoy y de siempre, telláas pasiegas, quedabienes, manos negras y mujeres montadas en caballos blancos

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- Y él, ¿qué le respondió a usted?

- ¿Qué me respondió? - replica Su Excelencia mirando al interpelante como si fuera a tragársele, y recorriendo luego el grupo con la vista airada, haciéndole desear por un buen rato la respuesta. - Lo de siempre: que el estado del país, que el desbarajuste de las pasadas administraciones; que los compromisos contraídos; que la demagogia; que la revolución latente; que la necesidad de cimentar las instituciones... ¡Farsa, señores, farsa todo!

"El Excelentísimo Señor..." en Tipos Trashumantes, Pereda, 1877.

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Aquí me preguntaba si existiría un término en cántabro para los colmeneros. Lo que en gallego se dice albariza. Jesús García Preciado recoge en Cantabria: Cuentos de la tradición oral, volumen cinco, p. 80, la palabra telláa, que su informante, de Pandillu, describe así: "Una telláa es donde estaban los ensambres de las abejas". Una vecina de Vega Los Corrales, en San Pedro del Romeral, describe las telláas como casetas "de tres paredes y un tejau, donde se ponían los dujus, para que no se mojasen o no les cayese la nieve".

Reconozco en telláa una solución "asturiana", como en payu (Pas) o picayu (cuenca alta del Saja), que podría emparentar con el castellano teja/tejado, asturianu teya/teyáu y montañés teh.a/teh.áu (con adopción a efectos prácticos de grafía propuesta por la ALLA). Entre pasiegos no es raro. Y no porque los pasiegos provengan de un grupo de pastores asturianos trasladados a los montes de Pas hace mil años, como defienden muchos asturianistas (incluido, creo recordar, el propio Menéndez Pidal), sino porque el Pas conserva por su relativo aislamiento soluciones que emparentan con las conservadas en otros polos arcaizantes del astur-leonés, en particular asturianos.

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Un crío en las escaleras del Pasaje Zorrilla, cerca de la Filmoteca, jugando con otro: "¡Aparta que te cais a la mazorca!" Quería decir torca, pero se lió, el pobre. Seguro que con quien estaba jugando era con su primito el de la capital y había que ir de fino. Parecido hace tiempo, en El Machi, bar de Santander, con una familia traumatizada porque acababan de descubrir que su madre llamaba a los abuelos "mama" y "papa" y no "papá" y "mamá", como era de esperar entre los de su clase. En fin, serafín.

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"El Molinucu el Diablo está en Cureñas. ¡Es un castru... más alto que esa torre! Y arriba tiene una tapadera, una piedra completamente llana. Abajo hay un portillu; que por eso le llaman El Portillu Molinucu el Diablo; es el único pasaje que hay pa pasar por allí. ¡Lo otru to son peñas, y no pues pasar! (...) Y una tarde, a las cuatro menos cuarto o cuatro y cuarto de la tarde, pues se hizo de noche. (...) Bueno, pues, ¡una mano negra, que surgía en aquellas entrañas de las montañas!"

Tomado de Cantabria: Cuentos..., op cit., pp. 29 y 30.

"En La Serna, yendo hacia Arenas, hay una vuelta muy grande por la carretera, que lo llamábamos La Revoltona; y decía que, en La Revoltona, había una mano negra. (...) Contaban que era una mano gigantesca, como si saliese de la tierra; que estaba en La Revoltona, y que salía de la portilla de un prau. Que cuando pasaba alguien, ¡le cogía aquella mano, le cerraba en el puño, y aquél desaparecía ya para siempre!"

Tomado de Cantabria: Cuentos..., op. cit., p. 55.

¿Cómo se imaginarían nuestros paisanos, los antiguos, estas manos, las de las leyendas? Yo no puedo evitar imaginarme las manos acariciadoras de los anuncios de relojes o de perfumes (hay modelos de manos). Estoy contaminado de publicidad. ¿Y ellos? ¿De qué estarían contaminados ellos? ¿Qué manos se les vendrían a la cabeza? ¿Y por qué manos? ¿No es un tanto extraña esta personificación del diablo? Personificación reducida a una mano, y a una mano negra, además (todavía me acuerdo de la primera persona negra con la que me crucé, concretamente con un barrendero que luego supe hacía las veces de Rey Mago, y eso que no vivía en Cabuérniga, sino en Colindres, se supone que enclave portuario abierto al mundo). Siendo extraño, ¿no lo es aún más que esta mano negra aparezca en lugares tan distantes? ¿No podría tratarse de un sustrato común remoto? Remoto, ¿pero cuánto de remoto? He puesto una foto encabezando este apunte para condicionaros un poco. No creo que el sustrato que mencionaba antes provenga del Paleolítico, obviamente, pero sí que este tipo de leyendas ayudarían a explicar, a su manera, a la manera mítica, pinturas que a nuestros paisanos, igual que a nosotros, debieron sobrecoger. Estoy por asegurar que en los Molinucos del Diablo, en particular en el paso que dicen del osu, hay algún tipo de manifestación artística del Paleolítico, probablemente manos, sea en positivo o en negativo. Sea como fuere, tenga yo razón o no, estas manos negras gigantes que encarnan al diablo son bien extrañas. De no haber pinturas en el enclave mencionado, lo serían todavía más.

La leyenda de Sejos me encanta por muchos motivos, pero sobre todo porque es de ese tipo que remite a un pasado siempre remoto, por mucho que la leyenda también lo sea. Que la leyenda sea remota no impide que su horizonte mítico lo sea más. Siempre lo será. Lo que está operando aquí es la melancolía o malencunía, en montañés. Da igual que esta leyenda o mito tenga mil años. El tiempo al que nos conduce es anterior, siempre, un tiempo indeterminado, remoto incluso entonces, hace mil años. Esta melancolía es la misma que la nuestra, la de hoy. Esta melancolía montañesa o malencunía es nuestro particular túnel del tiempo.

La malencunía, uno de los principales atributos del ser humano, un ser malencónicu, un ser de lejanías, que diría Umbral.

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Aquí reproduje una leyenda asociada a la sima de Obantzun. Trataba sobre una mujer y un caballo blanco. El caballo blanco lo identificaba Barandiarán como numen de la sima.

Pongo a continuación un testimonio recogido por Jesús García Preciado en Cantabria: Cuentos..., op. cit., p. 86: "Aquí arriba, en una cabaña que era de mi padre, los que pasaban por allí decían siempre que se sentían caballos correr con cadenas, ¡y que armaban mucha (sic) ruido! A cualquier hora de la noche, cuando ellos pasaban (...) Un señor que se crió aquí, que estuvo muchísimos años, decía que se tropezaron con unos caballos - con cadenas - corriendo por el monti. ¡Un caballo blanco! Y que se quedó el tío... ¡parau, sin habla! Eso se lo oí a ese vecino, a Joaquín el del Cierro, que era de las cabeceras estas de Llanos - ahí en una cabaña que se crió -. De ahí de arriba de Liérganes era la madre, y el padre de Esles; así que era pasiego (...)"

Y uno más: "Dicen que iban a la fiesta al Tejo, pa la parte de Comillas. Y ellos, cuando iban a la fiesta, muy bien - que entonces se iba andando, claro -. Pero cuando venían, ya a las tres o las cuatro de la mañana, se les cruzaba una chavala en un caballo, ¡dice que guapísima, vestida toda de blanco! Y eso todos los días; cada vez que iban, a la vuelta, por la noche". En Cantabria: Cuentos..., op. cit., p. 85.

El parecido es innegable. ¿Quizá por parentesco?

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