domingo, 21 de diciembre de 2014

Iconografía obrera santanderina de primera generación, arquitectura efímera, Barandiarán y el Magdaleniense, piedras míticas y el Ateneo de Santander como pacificador de pueblos

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Número de La Voz Montañesa dedicado al incipiente republicanismo cántabro, a la venta aquí .

Huelga minera de 1906, aquí. Más aquí.

Retal de huelga de 1916, aquí. Más sobre la protesta de 1916, aquí.

Retal de la huelga general de 1920 en Santander, a la venta aquí. Más aquí.

Huelga en el puerto, año 1931, aquí.

Huelga de lecheros en el 34, aquí.

Sería genial que alguien se ocupara de dar forma a un archivo iconográfico del movimiento obrero en Cantabria.

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Cuando un par de entradas más atrás hablaba de arquitectura efímera santanderina me refería a esto, esto, esto o a esto.

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Aquí hacía una vaga referencia a un toro rojo legendario que habita en una cueva del sur de Francia y lo relacionaba entonces con las pinturas rupestres del Magdaleniense. Pongo a continuación un fragmento de Mitología vasca, de Barandiarán:

"En la mitología vasca tienen particular importancia diversos genios que adoptan figuras de animales, principalmente de caballo, de toro (zezengorri), de vaquilla roja (beigorri), de carnero, de oveja, de macho cabrío, de cabra, de puerco y de perro. Habitan generalmente en los antros y su función se limita a ser guardianas de tales lugares.

No permiten que ninguna persona penetre en su habitación. En ciertos casos secuestran a jóvenes que han sido objeto de alguna maldición y las retienen como cautivas en su morada subterránea.

(...)

No será ocioso recodar que las mismas figuras que la mitología vasca sitúa en las cavernas aparecen pintadas y grabadas por los hombres de la época Magdaleniense y anteriores en las paredes de algunas cuevas de nuestro país".

Y más: "Irelu: genio o nume que aparece en figura de animal, generalmente de noche, a veces en forma de una mujer o de un niño. Vive en las cavernas del país, retirado con sus familiares en lo más profundo de los antros. Muchas veces vieron los viejos pastores las huellas de sus pies en el vestíbulo de la cueva de Armontaitz (Atáun), a donde salían de noche los Irelus. También oyeron el eco de sus canciones que del fondo de la cueva de Malkorburu y de la sima de Ubedi llegaba hasta el exterior del antro".

Añade: "En la literatura oral del pueblo vasco se alude frecuentemente a genios que habitan en los antros. El de la sima de Obantzun (Berástegui) aparece en el siguiente relato: en un caserío de Berástegui, llamado Etsoinberri, el criado y la criada del mismo tenían la costumbre de retirar al establo, al anochecer, una yegua que enviaban diariamente a pacer a la montaña. Quien primero la encontraba volvía montado sobre ella. Un día en que la criada fue la primera en verla, dijo al criado: he ahí nuestra yegua negra, y corrió a acariciarla y luego montó sobre ella. Al momento la yegua se dirigió a la sima de Obantzun y se introdujo en la misma con su jinete. El criado se acercó al borde del abismo, mas no vio nada. Decía para sí: ¿qué yegua habrá sido esa? Volvía a casa aterrorizado, cuando halló en una hondonada a su yegua, la verdadera yegua de Etsoinberri. Mucho tiempo pasó desde que desapareció la criada. Ninguna noticia se tuvo de ella hasta que un día aparecieron en la fuente de Iturran su sortija y sus pendientes."

Barandiarán toma leyendas dispersas y las sistematiza, dotándolas de cuerpo, de sustrato. A nosotros nos falta. No sé si eso es bueno o malo. Pero al margen de su signo, el crear contextos es, para todo, básico.

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En Sara y en Liguinaga, dice Barandiarán, es costumbre colocar cantos en las copas de los árboles para que den frutos. Relaciona el autor esta costumbre con otras muchas que implican piedras.

Son conocidas las piedras propiciatorias gallegas. Para saber más sobre ellas, aquí. Yo he visto piedras fertilizantes, pero no en Galicia, sino en los acantilados de Asilah, en Marruecos. En Cantabria tenemos, que ahora recuerde, un carro con sus propietarios hechos piedra (lo recoge Cubría), una roca que se abrió en la bahía para que pasara una barca de piedra, las piedras que le faltan al acueducto de Segovia desperdigadas por Los Cantos de la Borrica, que se le cayeron al diablo, el mismo que el del puente de Cueto, o Joráu, y una piedra movediza también en Sejos. Son los últimos destellos de una pléyade de creencias en torno a las piedras que ya no sabemos interpretar. Por ejemplo, hace años se descubrió un hacha pulimentada del Neolítico en un pueblo lebaniego en un contexto extraño y no se supo explicar, cuando es probable que se tratara de una piedra del rayo. Traté sobre estas piedras aquí. Tienen incluso página en wiki, aquí. Se trata de una tradición prácticamente extinta entre nosotros. Una pena. Una pena, me refiero, a que ni siquiera la recordemos, no que hayamos dejado de creer en ella, claro.

Yo mismo he visto en Cabuérniga piedras en ramas de árboles. Y no sé si quedaron allí, en las ramas, de alguna estiba de críos o como últimos testigos de alguna creencia extinta.

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El Presidente del Ateneo de Santander dice que no da cancha a Cantabria No Se Vende para evitar conflictos. La identificación que hace la derecha entre su negocio y la normalidad es total. Y da miedo.

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