viernes, 25 de abril de 2014

De todo un poco

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Leo en una web sobre tradiciones asturianas lo siguiente: "Una vez que los materiales se disponían a pie de obra y antes de comenzar a levantar los muros, se ritualizaba la fundación coincidiendo con el proceso de cimentación, por lo general al colocar la primera zapata en una de las esquinas de la casa. Solía consistir en una comida colectiva, la robla, que ofrecía la familia a operarios, familiares y vecinos implicados en la construcción. La fiesta se repetía al cubrir aguas y plantar el ramu, de fresno, de tejo o de laurel, por lo general, que colocado en lo más alto de la cubierta simbolizaba la culminación del proceso constructivo."

La piedra viene una vez se considera la obra terminada, al menos a nivel simbólico. 

En Cantabria el ramu se pone cuando se termina el tejado, ni antes ni después. Todavía recuerdo que cuando se remató el esqueleto de Valdecilla se puso una bandera española y un ramu en lo alto. 

La piedra no entra dentro del ciclo constructivo de carácter simbólico de la casa, queda afuera, es algo aparte.

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En una casa de Carranceja:


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En la entrada anterior hablaba brevemente de puertas góticas. Ésta es una de ellas:


Se ve la doble hoja que comentaba: la pequeña a la izquierda, fija, y a la derecha la de mayor tamaño, que es la de uso diario. Falta el cerrojo. De hecho, cerrojos hemos visto pocos: que ahora recuerde, uno en la iglesia de San Pedro de Carmona, otro en una casa junto al bar Yuyu de Barcenillas y otro en una casa en ruinas en Cosío. De todos he ido poniendo fotos aquí. Esta puerta está en una casa del barrio de La Pesa de Cabezón.

La que viene a continuación está en una casa de Santillana del Mar. La pongo porque es posterior, como delata la forma de su dintel, pero sigue la misma lógica que la anterior doble hoja, la de la izquierda más pequeña, etc.


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Más atrás me referí a las colondras: cierres hechos con listones y piedras que son muy comunes en las fachadas que dan a los balcones de las casas de Bárcena Mayor, es decir, los cierres del primer piso, que se supone resultan del recrecimiento de casas llanas previas, que llegarían hasta la altura del actual balcón y que serían enteras de piedra (no puedo decir lo mismo de lo que había antes de las casas llanas, que no sabemos lo que era), no de colondras. Más tarde supe que a los cajones de los hórreos, mejor dicho, a las tablas que conforman su cuerpo, las llaman colondras. Es como si a la hora de añadir un piso a las casas siguieran el modelo ofrecido por los hórreos.

Pues bien, ahora pongo una foto de una colondra que está siendo rehabilitada en Cabezón y de otra en ruinas en Carranceja:



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Algún día alguien tendrá que estudiar los empedrados. Ya sabemos que las piedras se ponen hacia adentro, como cuchillos clavados en el suelo. Los empedrados actuales, los que podemos ver en Bárcena Mayor, Santillana del Mar, etc. ponen las piedras panza arriba, con lo que se levantan a la mínima. Ya no digo nada de las placas de pizarra que les ha dado por colocar en, por ejemplo, Vega de Pas, un auténtico infierno para el viandante.

Lo que más me intriga ahora es lo que los empedrados nos pueden decir respecto al urbanismo de nuestros pueblos. La primera foto está hecha en Cabezón. La segunda está tomada en el pueblo abandonado de Llendemozó (oficial), Llandemozó (montañés) o Llendejosó (Manuel Llano). Este empedrado tiene una apariencia urbana brutal. Se parece al empedrado de la calle Limón, en Santander, que se supone es la única calle medieval que nos queda en Santander (aunque me ha parecido adivinar un empedrado muy antiguo en el arranque de Tetuán, en un barrio que queda a la izquierda, retrepado en la boca del túnel). Los empedrados responden a una codificación que desconocemos.



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Hace tiempo me preguntaba por las puertas góticas que cierran con un único cerrojo, enorme, por fuera. ¿Por fuera?

Viendo esta foto me doy cuenta de que las puertas góticas es probable que no solo tuvieran un cerrojo enorme por fuera, como el de la foto, sino también algún tipo de cerradura complementaria. La casa se podría cerrar con llave, como hacemos hoy, por seguridad, pero lo normal, entiendo, sería no hacerlo: si estabas dentro podrías tener la puerta botada (quizá sujeta por dentro con un canto, tal y como se hace hoy en día) o abierta, y si marchabas podrías echar el cerrojo por fuera para que no se abriera sola (no ajustarían tan bien como hoy en día), para que no entraran animales en tu ausencia, para que no salieran (las gallinas podrían entrar y salir por la joraca) o para indicar que no estabas (como el carteluco de algunos locales: "vuelvo en cinco minutos").

Que la puerta abra hacia adentro es buena idea porque: (1) si abriera en sentido contrario, es decir, hacia fuera, quitarías espacio al portal o, en ausencia de éste, a la corraliega o a la calle (que no son lo mismo); (2) abriendo hacia dentro puedes controlar cuánto la dejas abierta con un canto, como se hace hoy día (yo mismo en la socarrera de crío, o en la cuadra, cuando arreglábamos dentro la rueda de una bicicleta, por ejemplo, un día de lluvia); (3) es probable que la cocina, a la derecha, contara con un tabique perpendicular a la fachada que hiciera de tope de la puerta, con lo que, realmente, ésta no robaría espacio al interior, se vendría a superponer al tablaú de la cocina; (4) si abriera hacia fuera, ¿cómo dejarla entreabierta?; (5) las puertas de los chozos, en el monte, abren hacia afuera para evitar que entren animales, a lo que se suma su pequeño tamaño, con el mismo fin, pero en las casas no tendría sentido.

La hoja pequeña, la de la izquierda, adquiere pleno sentido, además, gracias a la cerradura. Lo intento explicar a continuación. La puerta de la calle es de quiciu, es decir, una puerta de madera con un remate arriba que entra en un agujero practicado en el dintel, dentro del cual gira, como el eje de una rueda de coche, y que por abajo tiene un hierro que gira sobre otro incrustado en el suelo. La hoja pequeña hace de marco de la puerta: es en ella donde penetra la cerradura (no lo podría hacer en la piedra del dintel). Es por eso que esta hoja pequeña está apuntalada por dentro con una rejostra, porque la seguridad de la puerta entera reposa en esta hoja.

Imagino que habría muchas casas de gente poco pudiente que no necesitaría cerraduras porque no se ausentaría mucho tiempo de casa o si lo hacía alguien quedaría al cuidado de la casa (de las gallinas, por ejemplo), pero eso no quita para que el modelo de referencia sea la puerta con cerradura que vemos en la foto tomada en Santillana del Mar que enlazo párrafos más arriba. El modelo de puerta era el que era, con cerradura, pero si tú no la necesitabas, podías presincindir de ella y ahorrar el coste.

Creo que podemos dar este asunto, entonces, por solucionado.

Sería genial poder estudiar las fuentes de luz y las corrientes de aire de una casa gótica: la puerta, el ventano de la cocina (que podría estar abierto o cerrado, quizá, con ventanas de cuarterón o con bastidores de madera con piel engrasada) y la tronera, sea ésta el casetón que se levanta en el tejado o su realización más primitiva, el agujero abierto en la fachada encima del ventano. Otros vectores a considerar: las rendijas de la puerta (de quiciu) y los espacios entre las tejas. Pocos más, realmente.

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En una obra en Santander:


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La estructura de madera de las casas, el alma, descansa sobre postes que a su vez lo hacen en elementos de piedra parecidos a pegoyos de hórreo que a su vez descansan, a ser posible, en castru o roca madre. Es común también en Santander (los ejemplos son incontables, de hecho está de moda dejarlo a la vista en los bares y las tiendas nuevas). ¿Y las paredes de piedra, dónde descansan? Pongo foto de una casa de Cabezón de la Sal cuyas paredes están levantadas en una especie de zócalo. La aparición de zócalos está asociada a una determinada cronología que se me escapa, pero que remite a la Alta Edad Media (aprox. s. VIII).


En esta casa de Carmona el jastial cuenta con un montón de franjas cuyo significado se me escapa, pero que entiendo reposan todas en una primera que es el zócalo antes aludido.


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Gira, la vida gira, como ruedan las piedras.



En Bárcena Mayor y en Saja.

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En muchas ocasiones he referido que las golondrinas son muy queridas en las casas, que cuando anidan no se quitan los nidos, al contrario, que se cuidan porque se considera que traen buena suerte, que la casa con nidos es afortunada. Incluso se ponen armadijos para que la porquería que cae de ellos no llegue al suelo y no moleste. Pues bien, no siempre es así. En una casa de Bárcena Mayor había un montón de "cosas" hechas con plumas para asustar a las golondrinas.

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Yezas hechas con hoja de panoja, para sentarse. En el museo de Valle. Las piezas intuyo provengan de Carmona.



Hace años organicé una exposición en el Palacete del Embarcadero de Santander. Es un espacio muy complicado cuando no dispones de dinero porque paredes hay pocas (son fáciles de llenar) pero espacio central, libre, demasiado. Organizamos una serie de actividades paralelas a la exposición (un cuenta cuentos, un trovador y un rabelista) y con la excusa llenamos el centro de yezas repensadas que hicimos con papel reciclado, yezas de colores para que se sentaran lo niños en el suelo. Fue un éxito.


El maíz sin desgranar se secaba así: en ramos. Son los que se colgaban de los pinos que hemos visto en tantas salas y carrejos (pasillos). También los he visto, antiguos, tirados en un soberáu de Carmona, junto con restos de patatas, pero no sé si en el soberáu se guardaban así, en ramos, o las panojas quedaban sueltas. Este ramo lo fotografié en Carmona, en una casa con el correor de tabláu.

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Esta foto tomada en una socarrena de Carreju, frente al museo de la naturaleza, me recuerda que las escaleras tenían que estar diseñadas de manera que pudieran subir personas cargadas. Recordemos que los hombres cargaban a la espalda y las mujeres también a la cabeza (solo ellas). En una casa carmuniega hemos visto cómo había como unos picajos en la pared, a buena altura, nada más terminar las escaleras (con las tablas de castaño medio podrias por el agua a los pies) probablemente para colgar en ellos sin necesidad de agacharse la herrada que las mujeres portarían a la cabeza. Quien cargaba bien a la cabeza, quien tenía equilibrio, se decía tenía tarmeñu. En Puentenansa se construyó la primera casa con escalera de caracol, se dice, precisamente por este motivo, para que las mujeres pudieran subir cargadas sin problemas.

Es todo como una maquinaria de reloj. Da un poco de miedo.

4 comentarios:

Yo dijo...

Impresionante tu conocimiento/ observación, así como la enorme cantidad de "entradas" que tenías guardadas en la bodega.

Anónimo dijo...

¿Puedes dar alguna indicación más sobre dónde está ese empedrado de Tetuán?

Serrón dijo...

Sí, está en el primer barrio de Tetuán subiendo desde el centro, a mano izquierda. Son dos hileras de casas antiguas. Ahora está todo el entorno en obras. No sé si cuando terminen quedará algo del encachado original. Puse foto aquí: http://elrobledaldetodos.blogspot.com.es/2013/03/encachau.html

Serrón dijo...

El artilugio para espantar pájaros parece un "pomander".

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