miércoles, 31 de julio de 2013

Aves

"Y de pronto las conversaciones de todos los días se quedan paralizadas a la vera de aquel lombillo, en la fuente, ante las piedras lavanderas del remanso. Todos los ojos miran al cielo, para ver llegar a unas cigüeñas, cuando ya no se las espera, porque ya hace tiempo que se ha marchado la primavera como muchacha perseguida por un mirar ardiente. Y todos se preguntan por qué vendrán tan a deshora, tan sin esperarlas hace tanto tiempo. (...) Y ahora (...) ya lejana la época en que el sol está acabando de pintar las cerezas, vuelven las cigüeñas, sobresaltadas, rápidas, como si las persiguieran muchos cazadores, como si se estuvieran abrasando los pueblos de allá abajo, donde ellas estaban tan contentas, oyendo campanas, viendo álamos, arroyos muertos de sed en tierra morena...

Así empezó el dolor de la tierra verde, con la llegada de estas aves, ya cerca los días en que maduran las endrinas y hay redobles de últimas fiestas monteses alrededor de las ermitas.

Todo el pueblo se quedó pensativo, mirando a los grandes nidos sobre piedra cristiana, como cuando sale una luna grande, roja, muy baja."

Manuel Llano, Dolor de tierra verde (Proel, 1949)

"Algunos elementos de esta breve evocación podrán parecer míticos; es decir, rozan el cuento de hadas.

No obstante, todo es verídico, por desgracia.

En efecto, aquella primavera de 1992, los pájaros migratorios no volvieron a la pequeña ciudad bosnia de Modriça. Fue un extraño abril en aquella comarca, en la que la guerra aún no había comenzado. Desde los primeros días buenos, escrutábamos con asombro el cielo mientras esperábamos ver aparecer, como los demás años, las primeras golondrinas que anunciaran la primavera.

Cuando comenzaron a bombardear Modriça, los primeros días de mayo, los pocos pájaros que aún quedaban, los que habían pasado aquí el invierno, se marcharon a aletada limpia.

Cuando liberaron la ciudad, por primera vez y de manera provisional, los soldados bosnios fueron acogidos por un silencio perturbador. El cielo estaba vacío, la ciudad destruida, no se escuchaba ni un ruido. Parece que no había lugar para los hombres en aquel lugar que los pájaros habían abandonado".

Velibor Colic, Los bosnios (Impedimenta, 2013)

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