jueves, 11 de octubre de 2012

Bibliotecas

Hay una biblioteca que gasta 4 millones de euros al año. Hay otra que gastaba un millón hasta el año pasado y que ha tenido que afrontar un recorte del 80% en su presupuesto.

La primera es andaluza. Andalucía acaba de pedir casi 5.000 millones de euros al estado para hacer frente a sus gastos. Gastos que dicen coherentes con los del año pasado, a los que, a pesar de su manifiesto desajuste con la realidad, pretenden dar continuidad. La biblioteca andaluza continuará disfrutando, presumiblemente, de sus 4 millones de euros de presupuesto.

La biblioteca cántabra, por su parte, ha hecho el esfuerzo de redimensionar sus servicios, seleccionar recursos, negociar a muerte los presupuestos con los proveedores, multiplicar la formación de usuarios para que sepan sacar el máximo rendimiento a los recursos seleccionados, etc. El esfuerzo ha sido notable.

La biblioteca andaluza es en su campo, el mismo que el de la cántabra, de las mejores de España, y sus responsables lo llevan a gala. La cántabra, sobrevive, que no es poco.

La biblioteca andaluza se basta sola (siempre que llegue la inyección económica del estado). La de Cantabria necesita de otras, necesita trabajar en red para sobrevivir.
La biblioteca andaluza es una medalla en el pecho. La de Cantabria una soga al cuello.

Son dos actitudes.

Pero tampoco hay que cruzar Despeñaperros para encontrar las antípodas. La BCC disfrutaba de un presupuesto brutal. A nadie sorprende que se haya visto recortado. "Agresión", dicen unos, "ataque", otros. Es la otra cara de la moneda, la cara que los andaluces hubieran puesto de salirles mal la jugada: el victimismo.

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