viernes, 16 de julio de 2010

Diferencias

Había en el pueblo una familia que daba a sus hijos todo lo que pedían sin medida: desde chuches a lo que fuera. Venían a pasar el verano cargados de juguetes, tenían disfraces, tipis indios, linternas que no eran de petaca, en fin, de todo. La gente del pueblo los teníamos por tontos. Tanto capricho como tenían. Era una de las diferencias que había y quizá todavía haya entre los gajucos y los que no lo somos: nosotros teníamos y seguimos teniendo mal visto el gasto.

Dicen de mi abuela que cuando se le estropeaba el traje se hacía otro con igual tela para que pareciera el mismo. Ojalá fuera para hacer yo igual, pero me temo que no, que no puedo por debilidad de carácter y porque las presiones sociales me han vencido, de modo que aunque por sangre no soy ni seré nunca gajucu, lo cierto es que comienzo a parecerlo, aquí como estoy, rodeado de cosas a las que agarrarme como el tonto al bote.

Qué diferencia entre ser y parecer. Lo único bueno es que yo todavía sé a qué parecerme. Otros muchos ni siquiera ésto tienen al alcance.

*Aclaración para gajucos: cabuérnigos somos los nacidos en el valle y los que llevamos sangre cabuérniga dentro. Un paisano nacido en, por ejemplo, Colindres, aunque se pase toda su vida en Cabuérniga, siempre será gajucu. Yo, por ejemplo, de madre cabuérniga, aunque no pise el valle, nunca lo seré. Por el contrario, mi padre, que le encanta el valle y va en cuanto puede, nunca dejará de serlo.

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